EL Rincón de Yanka: EL HOMBRE DE HOY Y DIOS: ¿QUÉ ES EL HOMBRE Y EL MISTERIO?

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viernes, 18 de agosto de 2017

EL HOMBRE DE HOY Y DIOS: ¿QUÉ ES EL HOMBRE Y EL MISTERIO?

Qué hermoso es ver el día...
Gustavo Adolfo Bécquer

LXVII

¡Qué hermoso es ver el día
coronado de fuego levantarse,
y a su beso de lumbre
brillar las olas y encenderse el aire!
¡Qué hermoso es tras la lluvia
del triste otoño en la azulada tarde,
de las húmedas flores
el perfume aspirar hasta saciarse!

¡Qué hermoso es cuando en copos
la blanca nieve silenciosa cae,
de las inquietas llamas
ver las rojizas lenguas agitarse!
¡Qué hermoso es cuando hay sueño
dormir bien... y roncar como un sochantre...
y comer... y engordar...! ¡y qué fortuna
que esto sólo no baste!

 
 

"¿Qué hizo Miguel Ángel en la Capilla Sixtina? 

Pues lo que hizo fue reflejar con los pinceles la idea de un Dios creador que había hecho al hombre a su imagen y semejanza; un Dios, por lo tanto, que era un artista figurativo, esto es un reaccionario y un fascista. 



¿Y qué hace el arte contemporáneo? 


Pues lo que hace el arte contemporáneo es reflejar su aversión a la idea de un Dios creador, proponiendo un universo que rechace el modelo de su creación; un universo regido por las leyes que el propio artista determina y que, en su engreimiento, terminan siendo una ausencia completa de leyes, una anomia fatua y agnóstica que se resuelve lanzando chorros con una manguera. 

El "artista" Barceló es, en efecto, el Miguel Ángel del siglo XXI; y la Alianza de Civilizaciones es una creación a la medida del arte contemporáneo: una chorrada sin pies ni cabeza, hecha a imagen y semejanza de un diosecillo con la cabeza hueca que sufraga sus caprichines saqueando los bolsillos de los lacayos que han contribuido a su endiosamiento. 

Cualquier lacayo que ose rebelarse se constituye automáticamente en un necio que confunde valor y precio: el precio de la chorrada son once milloncejos de nada; pero su valor -¡ah, su valor!- lo define el ímpetu del chorro. Y, puestos a mear lejos, nadie lo hace con tanto ímpetu como el artista Barceló". Chorros para una chorrada de  JUAN MANUEL DE PRADA 


Cesare Pavese, el hombre más triste
El poeta, novelista y editor italiano más influyente del siglo XX, autor de «El oficio de vivir» y «El bello verano», cumple cien años en la historia

Cesare Pavese celebra este 2008 su primer siglo en la historia. El poeta, novelista y editor italiano en sólo cuarenta y dos años sobre la Tierra dejó para el porvenir una obra imprescindible que explica la naturaleza y la destrucción del siglo de todas las guerras. «El oficio de vivir», los poemas de «Trabajar cansa» o de «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos», la novela «El bello verano» son sólo unas pocas señales que marcaron la transformación de una centuria que empezó siendo gótica y, cuando Pavese se quitó la vida, caminaba directamente hacia la modernidad.

Uno de los pesares más gravosos de Cesare Pavese es, precisamente, su naturaleza suicida. Y todo se debe a la relación exhaustiva que él mismo hizo de su camino de perdición. Da buena cuenta de su naturaleza rota en las páginas de su obra maestra, en «El oficio de vivir», un diario que es un manual de vida que termina en muerte. «Todo esto da asco. (?) No escribiré más». Su suicidio, ya lo dijo el profesor Carrera, marcó para siempre su obra, la apreciación que logró en el tiempo existencialista que llegó después de las bombas y el «Enola Gay». Y así fue cómo Cesare Pavese, para muchos, se quedó en el suicida que también escribía cuando, en cambio, Ernest Hemingway era un novelista que, desgraciadamente, terminó suicidándose. Esta limitación, provocada por las confesiones del propio Pavese, cercenó la recepción de una obra que explica las razones de un siglo entero lleno de mudanzas. Todo triste.

Pavese, el tipo más solitario del mundo, se convirtió en el hombre más triste de Europa. Y esa tristeza la trasladó con cierta obscenidad a cada una de las páginas de su obra, la de ficción y la ensayística. Decidió ser un hombre triste con la conciencia clara de su tristeza. Y la revalidó siempre que fue capaz, como en una competición infernal. La tristeza, parecía pensar, era un barniz literario que le conducía a la literatura. Pavese, con corona egomaniaca, después de su propia muerte fue el espejo que reflejó las tristezas posatómicas. Pavese paseó su melancolía con la satisfacción de los estúpidos, una imagen desgarbada, pletórica, pero rota por el mal amor. Y ese bosquejo de una vida destruida pasó luego a todos los que le leyeron. El italiano da conformidad a los despojos de la adolescencia, a los fracasos genuinos. Le sucede, pese a todo, como al joven Werther, durante el Romanticismo. La tristeza, que es un vicio universal, es más triste si se sistematiza. Y eso es lo que hizo Pavese, que pensaba siempre con ingenuidad que sólo hablaba de sí mismo.

La actriz norteamericana Constance Dowling, su última mujer, incendió su vida entera. Pavese tenía cuarenta y dos años cuando se atrevió finalmente a quitarse la vida. Meditabundo, el 27 de agosto de 1950 alquiló una habitación en el hotel Roma de Turín y se tragó todos los somníferos. Y así conquistó el más ansiado de sus sueños: la muerte mil veces invocada, el final de la soledad y del destino sin destino. Pavese condujo su vida, desde su primera consciencia, hacia el final suicida. El italiano era todo él pura ignición, el rechazo final de Constance Dowling colmó el vaso de la tragedia más que anunciada. Aunque se mató, apuntó en su diario, «no por el amor de una mujer» sino «porque un amor, cualquier amor, nos revela en nuestra desnudez, miseria, indefensión, nada». La anotación es del 25 de marzo de 1950, cinco meses antes de la noche de los somníferos, en el tiempo de su última crisis de amor y destrucción que venía anunciando desde su juventud más preclara. «Veo demasiado bien mi sinrazón estúpida: ni siquiera puedo ya matarme», escribió el 14 de diciembre de 1926. Tenía 18 años y un delirio de excelencia tatuada en su presente.

Entre 1935 y 1950 decidió dar fe constante de cada uno de sus pasos, de cada uno de sus declives, de todas sus batallas perdidas. Y de todo esto salió «El oficio de vivir», uno de los títulos más influyentes del siglo XX, el atrio al mundo contemplativo que tenían que dar forma una década después Albert Camus o Jean-Paul Sartre. En su diario anota el proceso de escritura de su grandísimo primer libro de poemas -«Trabajar cansa»-, da cuenta de sus fracasos eróticos (infinitos), de las lecturas que va concluyendo. Y cuando llega el final de su vida se da cuenta de que necesita una mecha que encienda su deseo de huida del mundo. Porque en el fondo no se encontraba tan satisfecho de sus días completos llenos de tristeza. La primera edición completa y en español de «El oficio de vivir» es de 1992, un trabajo ímprobo del poeta Ángel Crespo que trasladó al castellano la versión definitiva del diario de Pavese, la que salió en 1990 en la editorial Einaudi, la de Pavese de toda la vida. Porque el poeta, el hombre enamorado y destruido (Diane Kurys) se ganaba la vida como editor del más grande editor italiano contemporáneo: Giulio Einaudi. La obra de Cesare Pavese pasó a todos los idiomas del planeta, como fe ciega de que los caminos más transitados son los más tristes. «Vendrá la muerte y tendrá tus ojos» es el denuesto -muy cernudiano, por cierto- más terrible que un amante puede lanzar a quien es su sombra. Pavese fue capaz de trasladar a palabras el pensamiento de la derrota. Ése era Pavese, con sus primeros cien años y con la misma ingenuidad de todos sus días.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña 
desde el alba a la noche, insomne, 
sorda, como un viejo remordimiento 
o un absurdo defecto. Tus ojos 
serán una palabra inútil, 
un grito callado, un silencio. 
Así los ves cada mañana 
cuando sola te inclinas 
ante el espejo. Oh, amada esperanza, 
aquel día sabremos, también, 
que eres la vida y eres la nada. 

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. 
Será como dejar un vicio, 
como ver en el espejo 
asomar un rostro muerto, 
como escuchar un labio ya cerrado. 
Mudos, descenderemos al abismo.


Nacida en Zaragoza hace 63 años, divorciada, madre de dos hijos, licenciada en Económicas, diputada en el Congreso en cuatro legislaturas, exsenadora por Barcelona ‘la más votada de España’ por el PSC. Abandonó la política por su conversión al cristianismo en el 2008.


“Me han preguntado por mi relación con los Hermanitos del Cordero, Juan Pablo II y mi conversión. Tengo dos hijos. Toda la vida, en casa, los eduqué en los valores de la izquierda y del marxismo. Mi hijo menor, siendo estudiante, en una comuna, estaba en una situación delicada. Él conoció a los Hermanitos del Cordero y se convirtió al cristianismo.

Mi hijo ha sido... es difícil recordar esto ahora... ha sido un proceso de... ¡la Gracia de Dios!.

En verano del año 2000 fueron las Jornadas de la Juventud en Roma. Mi hijo estuvo allí; los Hermanitos del Cordero le ayudaron en su proceso, pero realmente él se convirtió de la mano de Juan Pablo II.

Ese verano leí un artículo de una periodista de izquierda, que ponía el foco en los encuentros de Roma, la afluencia de jóvenes. ¿Qué le pasaba a la izquierda, nuestros ideales dónde estaban, por qué no teníamos capacidad de convocatoria? Ese artículo me hizo reflexionar sobre mis ideales.
A finales de ese año recibí la llamada de Dios. ¡Bueno, Mercedes, ya está bien! ¡Yo no recordaba ni el Padrenuestro! Empezó ahí mi proceso. Me formé, básicamente, leyendo libros de Ratzinger.
En 2005 me encuentro el proyecto de ley para equiparar jurídicamente las uniones del mismo sexo con el matrimonio. Yo no sabía como argumentar en contra jurídicamente. Tomé entonces conciencia de la contradicción entre el proyecto socialista y el compromiso cristiano, que no es una ideología. Me pareció que no sólo debía votar en contra sino dar argumentos. Ahí fue el divorcio con el proyecto socialista.
También voté después contra las leyes de manipulación genética. Y ya al final de mi etapa de senadora voté contra la ley de Memoria Histórica, no contra las familias que buscan a sus muertos, sino por su preámbulo de ideología discriminatoria, sin objetivos de reconciliación ni de verdadera memoria”.
En noviembre de 2007, Mercedes Aroz hacía pública su conversión al cristianismo (que había empezado, en secreto, en el 2000) y en una nota daba las razones.
"Mi actual compromiso cristiano me ha llevado a discrepar con determinadas leyes del Gobierno que chocan frontalmente con la ética cristiana, como la regulación dada a la unión homosexual o la investigación con embriones, y que en conciencia no he podido apoyar".
"He querido hacer pública mi conversión para subrayar la convicción de la Iglesia católica de que el cristianismo tiene mucho que decir a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, porque hay algo más que la razón y la ciencia. A través de la fe cristiana se alcanza a comprender plenamente la propia identidad como ser humano y el sentido de la vida".
Los cambios espirituales no pueden ser expresados tan claramente como los cambios materiales, hacemos procesos paulatinamente. Pero sí puedo decir que hay un punto de arranque, una reflexión inicial, que viene de la mano de Juan Pablo II, de aquel magno acontecimiento en Roma de la Jornada Mundial de la Juventud del año 2000, con aquella afluencia de dos millones de personas. En España no hubo una gran reflexión sobre esto, más allá de la información y de la evaluación que pudo haber. Pero en la izquierda italiana hubo un debate muy vivo y una reflexión profunda sobre el significado de todo aquello, que contrastaba enormemente con la falta de convocatoria, con el silencio, con el no tener nada que decir desde la izquierda a la juventud.

El cristianismo, a diferencia de otras religiones, es un encuentro real con Cristo vivo, y de ahí viene todo lo demás. Esto es como una revolución interior, un cambio drástico de vida, un cambio de valores. Esa revolución también puede ser dolorosa, y lo es. Pero vale la pena hacer ese proceso. El cristianismo aporta en primer lugar, comprender la verdadera dimensión de uno mismo como ser humano, un sentido de la vida, un sentido de la muerte, el sentido del dolor, la importancia de vivir, una nueva relación con las personas y una vida muy plena y muy feliz.

Precisamente, tener que enfrentarme a estas leyes que vulneraban principios muy profundos (en el caso de las leyes que permiten la investigación con embriones y la clonación, la ley de reproducción asistida y la de investigación biomédica), me obligó a tomar conciencia rápidamente de todo lo que significaba esto, y me llevó también a afianzar mi propio compromiso y al rechazo a estas leyes que venían a vulnerar la dignidad humana, el derecho a la vida.

Muchos cristianos no son conscientes de lo que está sucediendo. Estas leyes ya se están aplicando, ya se han aprobado y se incorporan al ordenamiento jurídico.

El socialismo tiene aspectos positivos, tiene unos puntos de contacto con el cristianismo (en relación con la doctrina social de la Iglesia y con una orientación del socialismo que va hacia los más desfavorecidos), pero cuando el socialismo recupera valores que hacen referencia a la concepción materialista de la persona lógicamente se produce una incompatibilidad con la fe y con la dimensión religiosa de la persona.

Mercedes Aroz pide una revisión de legislaciones que provienen del siglo pasado, cuando los conocimientos científicos sobre el inicio de la vida no eran tan evidentes”.

El ser humano debe ser protegido jurídicamente con independencia de la fase en la que se encuentre, es una cuestión de ética y de civilización.

Las generaciones futuras nos juzgarán sobre esto.

Estamos asistiendo a una política dirigida al cambio de la conciencia social, que incide negativamente sobre valores fundamentales de la sociedad, como es el respeto y protección del derecho a la vida, y sobre instituciones valiosas como la familia, y que produce una grave división social en nuestro país.

El tema de la autonomía de los cristianos respecto a los partidos políticos es de gran calado. Porque si no se mantiene, y el político cristiano se supedita a los intereses del partido en cuestiones fundamentales, se convierte en legitimador de su acción.

Además, se da el agravante de que puede ser utilizado, con la antigua táctica del divide y vencerás, para debilitar no a la Iglesia o a su jerarquía, sino al cristianismo. El político cristiano está llamado a ser conciencia crítica en su militancia y en su acción pública.

La secularización de las sociedades occidentales y la evolución del pensamiento contemporáneo caracterizado por el rechazo a los imperativos y a conceptos universales, con la consiguiente pérdida de referencias últimas, ha llevado a un momento histórico en el que se manifiesta una pérdida de orientación personal, una crisis de valores morales y un cierto malestar cultural.

En la situación actual, el cristianismo tiene un papel fundamental, pues existe el riesgo de que el vacío moral de nuestras sociedades lleve al deterioro de las tradiciones humanistas.

Hay que incorporar el diálogo con la cultura actual, la apertura a la que nos invita el Concilio Vaticano II, para construir un futuro ético en el que los cristianos debemos participar.



EL HOMBRE DE HOY Y DIOS: ¿QUÉ ES EL HOMBRE Y EL MISTERIO?


LILA DOWNS Y TIERRA MOJADA - DIOS NUNCA MUERE 




109.- "La semejanza con Dios revela que la esencia y la existencia del hombre están constitutivamente relacionadas con Él del modo más profundo. (Cfr. CEC., 356. 358).  Es una relación que existe por sí misma y no llega, por tanto, en un segundo momento ni se añade desde fuera. Toda la vida del hombre es una pregunta y una búsqueda de Dios. Esta relación con Dios puede ser ignorada, olvidada o removida, pero nunca eliminada. Entre todas las criaturas del mundo visible, en efecto, sólo el hombre es «capaz de Dios» («homo est Dei capax»). (CEC., título del capítulo primero, sección primera, primera parte; cfr. CONC. VAT. II, GS., 12; EV, 34.)  La persona humana es un ser personal creado por Dios para la relación con Él, que sólo en esta relación puede vivir y expresarse, y que tiende naturalmente hacia Él". (Cfr. EV 34; CEC., 1721).



LÁGRIMAS EN LA LLUVIA
"El tercer hombre" (1949) de Carol Reed



NADIE ME HA MIRADO ASÍ - CARLOS DORADO